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Aunque esto ha sido lo más común, todavía se conservan algunos ejemplos que permiten entender cómo eran dichas decoraciones. En las casas del Menandro, de Fabius Rufus, de Paquius Proculus o la del Fauno de Pompeya aparecen ejemplares bien conservados (en el último caso arrancados y expuestos en el Museo de Nápoles, pero bien documentados), aunque quizás uno de los de mayor efecto decorativo sea el arriba expuesto. Decoraba el procoeton (antecámara previa al espacio destinado para el lecho) de un cubículum de la Casa del Laberinto en Pompeya, y fue realizado h. 70-60 a. de C.
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El emblema central representa la lucha de Teseo y el Minotauro y, circundándolo, se ha dispuesto un laberinto realizado en teselas blancas y negras, como venía siendo común en dicho momento. El laberinto, además de estar asociado con el mito que decora la estancia, tenía un fuerte carácter protector ya que sus circunvalaciones hacían que el mal de ojo se perdiese en ellas. Este hecho justifica la presencia de esvásticas y grecas en las decoraciones griegas y latinas desde tiempo inmemorial, y su pervivencia durante la dominación romana.
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El pequeño emblema representa un tema muy querido en el mundo romano, tal y como ha quedado atestiguado por la arqueología, ya que han aparecido numerosos ejemplares por todo el Imperio, tanto en mosaico como en pintura y escultura. La semejanza entre todos los ejemplares indica que se trata de copias de un original griego perdido, probablemente del siglo V a. de C.
2 comentarios:
miles de posibilidades pero solo una lleva al centro...que habra alli?
Pues parece que ser que allí está lo oculto, lo desconocido ¿acaso el Minotauro no muestra un mundo distinto al formalismo griego?
Y como ocurre siempre ante todo lo desconocido, terror y rechazo, y como buenos humanos deseo de destrucción.
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