En la arquitectura doméstica romana destaca, por su singularidad, el larario como muestra de la religiosidad dentro del ámbito privado, apreciándose la devoción religiosa más íntima. Su ubicación dentro de la vivienda es muy variada, aunque por regla general existe uno en el área de las cocinas que actúa como núcleo de la vida familiar. Además de éste pueden aparecer más lararios en la vivienda, ya sea en forma de estructuras ostentosas dispuestas en el atrio o en el peristilo, e incluso en estancias destinadas específicamente para ellos, o pequeños altares presentes en cubículums como muestra de la religiosidad y devoción de sus ocupantes.
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Tipológicamente son muy variados, los más ostentosos poseen forma de edícula y podían ser portátiles, como los ejemplares de madera descubiertos en Herculano, o de obra y cubiertos con ricas decoraciones murales. Esta tipología es muy común y siempre aparece en estancias donde fuese muy visible, en especial en el atrio, en una de las alae del atrio o en uno de los ambulacros del peristilo. Aunque más común aún es el uso de un simple nicho en el muro en el que aparecían pintados los elementos de culto; esta tipología era la usada en las viviendas más modestas y en el área de las cocinas de cualquier vivienda, por ostentosa que ésta fuera, salvo excepciones, como el famosísimo larario de la Casa de los Vettii en Pompeya.
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Unos y otros presentan elementos similares; en general, contienen las figuras de los Lares, del genius familiar, de los dioses Penates, algunas de las divinidades oficiales y la serpiente Agatodeme o Agatodemon. Los Lares, como espíritus protectores de la casa y de sus moradores, son las imágenes más representadas, sin embargo, en el área vesubiana tiene mayor importancia aún la figura de la serpiente Agatodeme. Se trata de un genius o espíritu benefactor que protege el hogar frente a la calamidad y que representa la fuerza procreativa de los ocupantes de la vivienda. Parece estar asociada a la Agathos daimon griega, espíritu benefactor que protege y acompaña la vida de las personas. Se la representa como una serpiente crestada, individualmente o en parejas, protegiendo un altar con ofrendas, generalmente un huevo, una piña, unos higos o unos dátiles, las ofrendas habituales en los sacrificios no cruentos. Cuando aparece representado este espíritu suele acompañarse de elementos naturalísticos, como plantas y animales, quizá en alusión a su protección sobre campos y cosechas.
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Junto a estos elementos aparecen los dioses Penates, divinidades asociadas con la subsistencia y el abastecimiento del hogar. Su representación es muy problemática ya que parecen haberse asimilado con los Lares, aunque tal vez no tuviesen una representación estricta y se manifestasen simbólicamente con el fuego del hogar, ya que como dice Servio "el fuego es el altar de los dioses Penates". Más clara es la presencia de otras divinidades, elegidas en cada casa en función de la tradición familiar, por la dedicación laboral de los propietarios, por creencias y devociones individuales, por patronatos característicos de cada ciudad... Las divinidades elegidas son muy numerosas, ya podía ser la Tríada Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva), la Fortuna, Mercurio, Baco, Venus... o las divinidades orientales, en especial Isis y su cortejo, Serapis, Anubis y Harpócrates. Asociados a estas figuras se encuentran las referencias al culto imperial, en forma de bustos y retratos de emperadores con los que la familia poseyese alguna especial vinculación, como ocurre en la Villa de los Misterios de Pompeya donde apareció una estatua de la emperatriz Livia asociada al culto doméstico.
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Aunque los elementos que componían los lararios son muy variados, cada caso es excepcional y nos muestra el tipo de religiosidad que profesaba cada familia. El ejemplo de arriba decoraba el ambulacro del pequeño peristilo de la Casa del Criptopórtico de Pompeya, y se compone únicamente de dos elementos, el busto de Mercurio, divinidad protectora de los comerciantes, actividad que quedó atestiguada al descubrir importantes depósitos de ánforas almacenadas en el criptopórtico de la casa, y de una pareja de serpientes Agatomede en medio de un simplificado jardín. La religiosidad de los poseedores de esta vivienda debía ser muy grande puesto que es una de las escasas decoraciones realizadas en la casa después del terremoto del año 62 d. de C., aunque parece algo común en el área vesubiana, sobre todo atendiendo a que allí habitaban personas que habían sobrevivido a un desastre y que estaban haciendo grandes esfuerzos por sacar sus fortunas adelante.
2 comentarios:
Definitivamente, el libro de Coulanges será tu Bíblia! un abrazo!
No localizo el libro por ninguna parte ¿conoces alguna edición moderna? Me ha picado la curiosidad y no veo el momento de leerlo. Seguiré buscando.
Un abrazo!!!
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