Las ricas decoraciones murales que ornamentaban las viviendas romanas siempre se acompañaban de techos y pavimentos igualmente decorados. El hallazgo de pavimentos y paramentos decorados es frecuente en todos los complejos arqueológicos -especialmente desde que se realizan excavaciones sistemáticas y cuidadas-, aunque más raro es descubrir huellas de los techos que cubrían las estancias.
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Por regla general, las estancias se cubrían con artesonados de madera, vigas vistas con el entrevigado decorado, bóvedas pintadas o estucadas, o techos planos pintados y estucados, dependiendo del momento histórico al que nos refiramos. De todas las tipologías hay importantes restos, especialmente en el área vesubiana, donde se han localizado viviendas con los techos más o menos intactos, como es el caso de las fauces de la Casa de los Ceii en Pompeya o las fauces de la Casa Samnita de Herculano.
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Las decoraciones conservadas siempre son frescos o estucos y, excepcionalmente, mármol. Sin embargo, las referencias bibliográficas hablan de la suntuosidad de los artesonados de madera, policromados y dorados, y de sus artificios, como los famosos artesonados móviles de la Domus Áurea de Nerón. Pero de ellos no tenemos nada más que vagos recuerdos ya que, desgraciadamente, se han perdido para siempre, a no ser que futuras excavaciones arqueológicas saquen a la luz algún ejemplar.
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A pesar de ello, no todo está perdido. En Herculano se han conservado algunos fragmentos, como el arriba expuesto, y en Egipto, aunque de períodos posteriores, especialmente del copto, se conservan varios ejemplares que, al menos, permiten conocer sus sistemas constructivos. No son piezas excepcionales, pero permiten imaginar cómo serían los conjuntos completos, aunque una mejor aproximación aportan los techos de mármol, realizados a imitación de los artesonados de madera labrada, que decoraban algunos de los más importantes templos de la ciudad de Roma, y las decoraciones murales del II estilo pompeyano, que reproducen en fresco o estuco estos mismos techos, como ocurre en la Casa de Augusto en el Palatino.
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Aunque el ejemplo expuesto es muy sobrio y sin decoración, no hay que olvidar que, en origen, debía estar completamente policromado y/o dorado, siguiendo el estilo de las decoraciones murales circundantes, creando un efecto de gran riqueza.
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