Dentro de los objetos de tocador de toda dama romana aparecen peines, espejos, ungüentarios y balsamarios, alfileres para el pelo, cucharillas y espátulas para la aplicación de maquillaje... Durante todo el imperio romano estos objetos son similares, habiendo únicamente diferencias estilísticas dependiendo de las zonas de producción de los objetos y de la época en que se fabricasen. Estas diferencias son más notables en ungüentarios y balsamarios, ya que sus formas varían dependiendo de la fecha de su producción.
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Independientemente de esto, tales piezas son similares para todos los estamentos sociales con la única diferencia de que las clases sociales más favorecidas utilizaban objetos de alta calidad técnica realizados con materiales nobles. Así, en el caso de los peines, las clases más desfavorecidas utilizaban piezas de madera -de las que se han encontrado multitud en Egipto-, mientras que las mujeres de alta sociedad utilizaban piezas de hueso o marfil.
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Se fabricasen en unos materiales u otros, los peines podían ser de dos tipos, aquellos con una única fila de púas o aquellos que poseían dos. En el caso de los peines con dos fílas de púas, la superior presentaba púas muy finas y apretadas que servían para despiojar, tal y como se ha podido observar en algunas piezas egipcias, donde las condiciones medioambientales han permitido la conservación de dichos insectos. Esto hace sospechar que la higiene no debía ser tan abundante como se cree. Sea como sea esto no impide que se utilizasen piezas exquisitas, de las que se pueden observar algunos ejemplos en el Museum of Fine Arts de Boston (www.mfa.org).
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El ejemplo de arriba procede de la Casa de los Amares Fatales en Pompeya y es uno de los pocos ejemplos que conserva parte de la policromía original. Como el resto de las piezas de que hablo forma parte de los elementos que componen la casa de Vibia Sabina.
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