jueves, 19 de marzo de 2009

Como hablaba tiempo atrás, el mueble de aparato romano presentaba numerosos adornos, algunos de gran barroquismo, que contribuían a dar valor al mismo. Puesto que, salvo contadas excepciones, la estructura lígnea no se ha conservado sólo podemos hacernos una idea somera a través de la infinidad de apliques que se han descubierto a lo largo del Imperio. Los materiales son diversos: maderas nobles, hueso y marfil, concha y carey, vidrio y pasta vítrea, bronce, plata e incluso oro, dependiendo de la ostentosidad del mueble en cuestión.
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Por regla general los muebles eran sencillos, con una o varias puertas que giraban sobre bisagras de hueso o bronce, y varios tiradores para abrir puertas y cajones, siendo los más comunes simples anillas de bronce. Sin embargo este modelo sencillo podía recibir ricas decoraciones, dependiendo de las estancias en las que se encontrasen. En Pompeya, donde se han conservado algunos ejemplares, se ha podido comprobar que los expuestos en atriums y tablinums eran especialmente elegantes y acostumbran a decorarse con marqueterías de maderas nobles y hueso, como ocurre en la llamada Casa del Fabbro o en la Casa del Criptopórtico. Sin embargo, los muebles conservados siguen presentando líneas básicas, alejadas de la suntuosidad de la que hablan los autores clásicos y la misma arqueología.

Frisos de hueso, marfil, vidrio o bronce, medallones decorados con bustos de divinidades o seres del cortejo báquico, patas broncíneas copiando patas de felinos, caprinos y bovinos, figurillas de medio y altorrelieve con anclajes para su montaje, incrustaciones de hueso, marfil, pasta vítrea e incluso mármoles polícromos, revestimientos metálicos, en general bronce... son algunos de los elementos que se han descubierto a lo largo y ancho del Imperio.
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Ejemplares excepcionales hay muchos, algunos por la riqueza de los materiales en los que están fabricados, otros por su elegancia y otros simplemente por la maestría de su ejecutor, por lo que elegir alguno siempre depende del gusto personal. A mí me gusta especialmente este friso de vidrio de estilo arcaizante, probablemente del período augusteo, expuesto en el Museo Archeologico de Napoli y completado con otros fragmentos albergados en el Louvre que, con toda probabilidad decoraban un cofre en forma de templete. Procede, como muchas de las piezas que expongo, del área vesubiana, pero su localización real es desconocida aunque, sin lugar a dudas, decoraba una casa especialmente elegante, tal y como indica la altísima calidad de la pieza.

3 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Me parece una pieza bellísima. Al oirte hablar de estos muebles y tu insistencia en su sencillez, no puedo evitar pensar que quizá eran sencillos en su arquitectura y ricos y suntuosos en la decoración: ambas cosas parecen muy compatibles. Me gusta mucho conocer a través tuyo esa cultura material tan fascinante. Besos.

El llano Galvín dijo...

Hola Isabel!!
Sí, tienes razón. Presentan una estructura arquitectónica muy sencilla ornamentada con un sin fin de elementos. De todos modos como cuelgo alguna imagen para que se vea más claramente.
Un beso!!!

Mayte Llera (Dalianegra) dijo...

Pues estuve en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, pero no saqué foto de ese friso vítreo y es una lástima, pues, ciertamente, es de una gran belleza. Todos estos restos arqueológicos sirven para hacernos una idea de cómo vivían y de qué lujos se rodeaban los moradores de las domus de las clases adineradas romanas y de cómo influyeron también estas creaciones en el arte de los siglos posteriores, incluso en el de nuestros días, como herederos que somos de la tradición cultural grecorromana. Bueno, en general los objetos artísticos del pasado son de una especial belleza, independientemente de la cultura a la que pertenezcan. Así el mobiliario egipcio, por ejemplo, también lo era o las joyas escitas o las cerámicas precolombinas... Un besote.