domingo, 23 de noviembre de 2008

Si las mesas, en todas sus variedades, eran numerosas en una vivienda romana no lo eran menos los lechos, con mayores funciones que hoy. El hecho de comer recostados y atender a las visitas del mismo modo hacía necesaria la creación de distintos modelos según su funcionalidad.
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Ya fuese lechos para el descanso diurno o nocturno, lechos triclinares para la celebración de la cena, lechos conviviales para la exposición del difunto... existían numerosas variedades, aunque en su mayoría nos son totalmente desconocidas y sólo podemos imaginarlas a través de los textos dejados por los antiguos y por algunas representaciones pictóricas o escultóricas. Sin embargo no todo está perdido y la arqueología ha desvelado varios ejemplares que nos permiten reconstruir, al menos en parte, como eran algunos de estos muebles.
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Aunque los más conocidos son los lechos triclinares, con sus tres lechos unidos formando una "u", éstos no eran tan comunes y no todas las viviendas los poseían, sin embargo el lecho de descanso sí que aparecía en todas, ya fuese en forma de un triste camastro o en forma de elaboradísimos modelos con decoraciones de marqueterías, aplicaciones de bronce, plata y marfil o riquísimas tallas de madera. Los ejemplares más modestos son fáciles de imaginar, e incluso existen algunos ejemplares de época griega descubiertos en Egipto, pero los lechos de calidad presentaban numerosas variedades difícilmente reconstruibles hoy en día.
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El área vesubiana, una vez más, ha aportado varios ejemplares que permiten intuir los gustos del hombre romano en el siglo I d. de C. Aunque es más que probable que existiesen otras variedades, los restos arqueológicos hablan de dos modelos comunes, a saber, el lecho de respaldo alto y el lecho con cabecera decorada con fulcrum. El segundo tipo era el menos frecuente y el más lujoso, con una estructura de madera de calidad recubierta por apliques broncíneos de diversa temática aunque, en general, relativa al mundo dionisíaco. El primer tipo, en cambio, era muy frecuente y se han conservado sus huellas en varias viviendas, tanto de Pompeya como de Herculano.
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Se trata de lechos con una estructura básica de rejilla de cuero o madera asentada sobre patas metálicas o una estructura maciza de madera, con tres de sus lados cerrados por un respaldo alto y rica decoración. Dicho respaldo recibía toda la decoración y, por los restos descubiertos, se puede decir que se decoraba con casetones tallados similares a los de nuestras "puertas de cuarterones" o con ricas marqueterías1. Es fácil imaginarlos gracias a que en el período napoleónico se recrearon modelos parecidos y algunos de los "lits" de la Malmaison parisina rememoran ejemplares de la Antigüedad.
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Quizá uno de los ejemplares más lujosos descubierto es el expuesto arriba, procedente del Taller del Gemmario de la Insula Orientalis de Herculano. A pesar de encontrarse carbonizado son perfectamente discernibles las distintas decoraciones geométricas que decoraban el respaldo, que hablan de la alta calidad de los trabajos de ebanistería alcanzados en dos sencillas ciudades de provincias y que permiten imaginar el lujo que podrían presentar los muebles que decorasen las residencias imperiales o las ricas villas que pueblan media Europa y el norte de África.
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1. Excepcionalmente se ha conservado en Herculano un ejemplar en el que el respaldo está forrado de cuero y decorado con la técnica del capitoné, tan común en los tapizados victorianos o isabelinos.

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