martes, 17 de febrero de 2009

Como complemento de la figura anterior expongo la imagen de la "Pequeña Herculanesa", obra de h. 30-1 a. de C. y que, como en el caso anterior, copia un original de h. 350 a. de C. Esta tipología escultórica fue muy común y existen numerosas copias que siguen su modelo, gran parte de ellas con uso funerario, destacando por su calidad la del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, procedente de la isla de Delos.

domingo, 15 de febrero de 2009

Rara es la ocasión en que en España podemos ver piezas excepcionales dentro de la Historia del Arte Antiguo y ahora tenemos la ocasión con la muestra "Entre dioses y hombres" celebrada en el Museo del Prado de Madrid. Compuesta por obras procedentes del Staatliche Kunstsammlungen Dresden, aquí conocido como el Albertinum de Dresde, y del propio Museo del Prado reune una serie de obras escultóricas de calidad inmejorable, algunas de ellas fundamentales en la historia de la escultura clásica, como la "Atenea Lemnia" de Fidias, la "Ménade danzante" de Scopas o el "Zeus de Dresde", obra atribuida a Fidias o a Agorácritos.
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Dentro de esa magnífica colección me he encontrado una auténtica sorpresa, la exhibición de dos de los mayores hitos arqueológicos del área vesubiana, la Pequeña y la Gran Herculanesas. Se trata de copias romanas de originales clásicos de h. 350 a. de C. que decoraban la scena del teatro de Herculano y que han servido para dar nombre a dos tipologías distintas de representaciones femeninas en la Antigüedad, muy usadas a lo largo y ancho del Imperio.
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Ambas figuras representan a matronas muy idealizadas, que tal vez en origen representasen a una divinidad o a una musa, y que durante el período romano fueron usadas en la representación de personajes de la Corte Imperial o en la representación de retratos funerarios, probablemente en relación a la pudicitias femenina. En el caso de Herculano su asociación a personajes de la Corte o a la nobleza local es difícil dado el grado de idealización de las figuras, por lo que tal vez sean copias muy fidedignas de las obras originales, por qué no las tres Musas citadas por los autores clásicos Nete, Mese e Hipate, que componían las tres cuerdas de la lira de Apolo y que eran adoradas en Delfos. El hecho de que apareciesen tres esculturas en la scena (dos siguiendo la modalidad de "Pequeña Herculanesa") puede que tenga relación con la representación del impulso poético y que se trate de un arcaismo muy culto, tan común durante el reinado de Augusto, momento en el que fueron creadas las figuras, salvo la "Gran Herculanesa", arriba expuesta, que fue esculpida h. 50-60 d. de C., y que tal vez sustituya a una pieza anterior deteriorada.
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Fuese cual fuese el uso de dichas esculturas son bellísimas y de una calidad soberbia, por lo que recomiendo su visita y contemplación, aprovechando que ahora mismo están en terreno español y que el Albertinum de Dresde estará cerrado durante un tiempo por su rehabilitación y modernización.

domingo, 1 de febrero de 2009

Al principio el arte del puzzle parece un arte breve, un arte de poca entidad, contenido todo él en una elemental enseñanza de la Gestalttheorie: el objeto considerado (...) no es una suma de elementos que haya que aislar y analizar primero, sino un conjunto, es decir una forma, una estructura: el elemento no preexiste al conjunto, no es ni más inmediato ni más antiguo, no son los elementos los que determinan el conjunto, sino el conjunto el que determina los elementos: el conocimiento del todo y de sus leyes, del conjunto y de su estructura, no se puede deducir del conocimiento separado de las partes que lo componen: esto significa que podemos estar mirando una pieza de un puzzle tres días seguidos y creer que lo sabemos todo sobre su configuración y su color, sin haber progresado lo más mínimo: sólo cuenta la posibilidad de relacionar esta pieza con otras y, en este sentido, hay algo común entre el puzzle y el arte del go; sólo las piezas que se hayan juntado cobrarán un carácter legible, cobrarán un sentido: considerada aisladamente una pieza de un puzzle no quiere decir nada; es tan sólo pregunta imposible, reto opaco; pero no bien logramos, tras varios minutos de pruebas y errores, o en medio segundo prodigiosamente inspirado, conectarla con una de sus vecinas, desaparece, deja de existir como pieza: la intensa dificultad que precedió aquel acercamiento, y que la palabra puzzle -enigma- expresa tan bien en inglés, no sólo no tiene ya razón de ser, sino que parece no haberla tenido nunca, hasta tal punto se ha hecho evidencia: las dos piezas milagrosamente reunidas ya sólo son una, a su vez fuente de error, de duda, de desazón y de espera.
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La vida instrucciones de uso, Georges Perec